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Al escudriñar los libros se transportó a México, ahora revive al santo de los migrantes

El valor que Juan Casillas Núñez le da a su obra Santo Toribio, confesiones es igual de importante al peso que tiene la literatura en su vida, una especie de llave que ha servido para abrir una puerta que lo ha zambullido en un mundo que no podía alcanzar, pero que gracias al arte y la imaginación viajó en el tiempo a su tierra y se conectó con su cultura.
“La única manera que tenía de regresar a México era a través de los libros, la literatura me enganchó, eso me hizo cambiar el interés que tenía por la biología”, confiesa el escritor.
Casillas Núñez, de 58 años, es originario de Guadalajara, Jalisco. Es doctor de Literatura Hispánica graduado de la Universidad de California en Santa Bárbara. Desde mayo de 2024 es director del Departamento de Lenguas Modernas en el Colegio Comunitario de Santa Bárbara.
En 1985, cuando entró al College of the Sequoias, en la ciudad de Visalia, era indocumentado y su aspiración era graduarse de médico. Incluso estuvo un verano en Harvard en un programa de pre-medicina. Pero, en 1988, al cursar el primer semestre en la Universidad Estatal de Fresno se inscribió en una materia de introducción al análisis literario.
Ese curso, impartido por un académico anglosajón, Ronald Freeman, lo deslumbró. Le dio envidia que un estadounidense supiera más de México y su cultura, algo que para Casillas Núñez era desconocido, pues dejó su tierra a la edad de ocho años y desde que llegó a California, a mediados de la década de 1970, estuvo vinculado al trabajo agrícola en el condado de Tulare, a 206 millas al norte de Los Ángeles.
“Esa experiencia me impulsó y me dio hambre de conocer más mi cultura”, admitió. De esta manera se cambió de carrera y comenzó a devorar libros como Pedro Páramo de Juan Rulfo, Los de abajo de Mariano Azuela, Aura de Carlos Fuentes y El laberinto de la soledad de Octavio Paz, entre otros. “Esos autores me atraparon y me llevaron a México”.
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A principios de la década de 1990, Casillas Núñez escuchó hablar por primera vez del sacerdote mexicano Toribio Romo González. Aunque el religioso, nacido en Jalostotitlán, Jalisco, fue asesinado en 1928 en la denominada Guerra Cristera y canonizado por la iglesia católica en el 2000, desde antes era venerado como un santo.
Un día, se le acerca su madre, María Consuelo, con un cuaderno de santo Toribio, también conocido como el santo de los migrantes.
—Y bueno, ¿eso qué es? —pregunta el escritor, entonces de 27 años.—Es santo Toribio.—¿Y ese quién es?—Es un santo de nuestra tierra.—Ya se inventó otro santito la iglesia para sacar dinero.
En marzo de 2020, cuando arreciaba la pandemia de Covid-19, Casillas Núñez estaba confinado en su casa en Oxnard. En medio de ese momento aciago, comenzó a darle vuelta a su mente y a buscar algo en donde encontrar esperanza. Así fue como llegó a profundizar e investigar más acerca de la vida del sacerdote jalisciense.
“Lo que me impactó es que tenía que celebrar la misa encerrados, escondidos en cuevas, en una granja, en casas, en establos. Me impactó tanto porque santo Toribio dio su vida por una creencia”, describe el autor sobre las correrías del religioso en esa época de la Guerra Cristera, en el último lustro de la década de 1920, cuando el culto católico estaba limitado en México.
Este libro, publicado en 2023 por La Pereza Ediciones, según el autor puede ser leído por personas religiosas y laicas, porque es una obra que incluye narrativa y poesía que sirve para entender al personaje histórico con un contenido de ficción en forma de plegarias.
A juicio de Francisco A. Lomelí, profesor emérito de Literatura Latinoamericana de la Universidad de California en Santa Bárbara, el autor de este libro va más allá de lo biográfico y se sumerge en la imaginación a través del uso de las confesiones como forma literaria.
“Me parece muy interesante porque aparenta ser un libro religioso, pero es más bien filosófico; es una confesión ficticia, imagina cosas que no necesariamente pasaron; el autor intuye, siente y presiente que estas ideas pasaron por la mente del mártir”, valora Lomelí.
Santo Toribio, confesiones fue premiado el 20 de octubre con la medalla de oro en la categoría primer libro de un autor, entregada por la International Latino Book Awards.
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Casillas Núñez utiliza su libro para preservar la cultura, la historia y los valores. Eso es lo mismo que refleja la vida de este escritor, quien ha recorrido un camino enrevesado de la mano de la tenacidad y un espíritu de lucha indomable. En 1974 dejó su ciudad natal Guadalajara. Recuerda que cruzó indocumentado por Nogales, Arizona, junto a su padre. Desde que llegó al poblado de Orosi, en el condado de Tulare, a 35 millas al sureste de Fresno, los fines de semana y los veranos su pasatiempo era trabajar en la agricultura —por el trabajo en el campo y la amnistía de Ronald Reagan pudo regularizar su estatus migratorio en 1986.
Poco después de graduarse de la licenciatura en Español, en 1992, todavía siguió trabajando los veranos cortando naranjas, mandarinas, limones, tomates, duraznos y ciruelas, exponiéndose a temperaturas arriba de los 100 grados Fahrenheit. En ese tiempo ya trabajaba como profesor en una escuela secundaria, pero lo que ganaba en la agricultura se lo entregaba a sus padres.
“Me las ingenié para ayudar a mis padres, si ellos no se rajaban, tampoco yo me iba a rajar”, dice orgulloso de una labor que desempeñó hasta 1994, con lo que no solo apoyaba a sus progenitores sino también a dos hermanas y tres hermanos menores, a quienes abrió la brecha. Casillas Núñez fue el primero en graduarse de una licenciatura y una maestría en Español, en 1998, en la familia.
De acuerdo al Centro Pew, en el 2000 habían 710 mil latinos con un postgrado en Estados Unidos, ya sea con maestrías o doctorados. Esa cifra incrementó a 2.5 millones en el 2021, entre esa población está Casillas Núñez, graduado con su doctorado en el 2013.
Las personas que provienen de comunidades de escasos recursos y que son hijos de inmigrantes, plantea Rocío Rosales, profesora de Sociología en la Universidad de California en Irvine, tienen el camino cuesta arriba en la educación. Por eso, indica la académica, es importante la representación latina en los diferentes campos del conocimiento.
“Cuando empiezan a trabajar desde muy joven en la agricultura, deben trabajar más en la educación para salirse de ese contexto”, valora la socióloga. “Si la comunidad a la que uno está enseñando es mayoría latina, importa mucho la representación entre los profesores; si los estudiantes no se ven a sí mismos entre ellos, cómo podemos esperar que tengan sueños de ser profesores también”, añade Rosales.
En México, su padre estudió hasta primer grado y su madre hasta segundo, cuenta Casillas Núñez.
Su padre, José, no veía necesario de que su hijo mayor estudiara; pero su madre, María Consuelo, veía que la educación era el futuro para la familia. Cuando estaba en primaria, a veces Casillas Núñez se metía en peleas estudiantiles y era expulsado. En esas ocasiones, su madre pedía autorización al director de la escuela para llevarse a su hijo al campo, ya que no había nadie que lo cuidara en la casa.
“Mi madre le decía a toda la cuadrilla, a todo el grupo, que yo andaba trabajando ahí por peleonero”, recuerda. Eso lo avergonzaba y lo presionaba para portarse mejor y enfocarse más en los estudios. “Si una persona me inculcó a estudiar fue mi madre”, subraya.
Cuando nació su primer hijo, Daniel, este académico estaba en el primer trimestre del doctorado. Las primeras semanas tuvo que cuidarlo, junto a su esposa, en una incubadora en el hospital. El bebé nació con una infección en los pulmones. Esta condición casi lo obliga a dejar ese programa de la universidad.
Para proveer a su familia luego se fue a trabajar a una universidad en Stockton. En ese tiempo estuvo muy ocupado y avanzaba lentamente en el desarrollo de la tesis. Gracias a su mentor, el profesor Francisco A. Lomelí, pudo seguir escribiendo artículos académicos y participaba en conferencias como parte del doctorado.
En el 2005, al establecerse como profesor del Colegio Comunitario de Santa Bárbara, retomó la investigación del doctorado. El estudio monográfico basado en su tesis se convirtió en el 2013 en el libro titulado Estrategias filosóficas y discursivas de Estela Portillo Trambley, publicado por la Editorial Pliegos.
“Duré como 10 años en terminar el doctorado”, reconoció, advirtiendo que todos sus logros tienen sentido gracias a su madre, María Consuelo, aunque su padre se convenció del valor de la educación mucho tiempo después. “Mi madre es imprescindible, sin ella sus seis hijos no seríamos universitarios, fue la pieza clave, tenía visión. Sin ella dudo que yo hubiera continuado estudiando, ella fue mi piedra angular”.
El escritor ahora celebra que sus hijos han seguido el camino que él abandonó. Daniel, su hijo mayor, está en segundo año de medicina y su hija, Jessica, piensa estudiar enfermería. Entretanto, Casillas Núñez se dedica a escribir otras obras literarias, dando rienda suelta a la imaginación. El libro Santo Toribio, confesiones se puede adquirir en su editorial o en Amazon.

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